Se fue sin siquiera dar una explicación.
Aquel día la luna se detuvo para alumbrar mi noche,
que se volvía oscura sin tu sonrisa.
Aquel día toqué el vacío del Hades con mis manos
y pude escuchar el lamento de las almas que se unía al mío….
Era una más de esas almas camino al abismo del dolor,
y sentía cómo mi cuerpo se desvanecía cayendo y cayendo….
cada vez más hondo, cada vez más lejos, cada vez más rápido.
¿Acaso mi destino es estar sola y añorar el Ángel que detenga
mi caída?
me preguntaba sin cesar, mientras veía tu figura
desvanecerse con las estrellas.
Tú te alejabas con esa sonrisa tuya,
mientras yo contenía mi voz para no decirte: ¡no te vayas!
Mis brazos se abrazaban el uno al otro para no abrazarte
y despedirme de ti de la forma en que hubiera querido.
Desde aquel día, mi razón le dice a mi corazón:
donde hay un punto final, no hay vuelta atrás.
Y mi corazón responde: donde empezaba a nacer el amor,
no hay razón que detenga ese constante fluir que va en creciente
ascenso.
No nos diste tiempo para amarnos, te alejaste con el ocaso
de la duda.
No me diste tiempo para amarte, te aferraste al fantasma de
tu pasado.
No me diste tiempo para decirte cuánto representabas en mi
vida,
Ahora sólo me queda tu recuerdo, el cual se difumina con el
imperdonable tiempo
el cual se vuelve gris con el pasar de los días,
mientras el dolor enfrenta una cruel lucha con el corazón y
la razón.
Adiós te dije, mientras mi corazón y mis labios sólo querían
decirte: te quiero, quédate!
¿Cuál será el final de esta lucha entre tres grandes
rivales?
Únicamente dos aliados neutrales: El olvido y la distancia.
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